Ángel Cabeza M.Ángel Cabeza M.1
Arqueólogo, Universidad de Tarapacá
Angélica Willson A.2
Antropóloga, CEDEM
China y Chile son países tan diferentes que cuesta comprender que existan lazos históricos que nos unan y un destino que podemos compartir. Nos separa el océano más extenso del planeta, su cultura milenaria tiene raíces muy distintas a la nuestra, su población de 1.400 millones de habitantes y actualmente la segunda potencia económica mundial, hacen crecer los contrastes. No obstante, desde la perspectiva de Chile, Tarapacá es la clave de esa vinculación por la masiva inmigración china ocurrida en la segunda mitad del siglo XIX hacia el Perú, continuada después de la Guerra del Pacífico hacia el norte de Chile por el atractivo que significó la actividad económica que generó la explotación del salitre.
Sin embargo, la inmigración china tuvo otros destinos en esos años como Cuba y el Caribe, Estados Unidos, México, Panamá y Costa Rica. Algunas estadísticas señalan que sólo hacia América Latina migraron entre 1840 y 1870 alrededor de 400.000 personas, la gran mayoría de ellos hombres jóvenes. Para el caso peruano, se estima que entre 1849 y 1874, llegaron alrededor de 100.000 chinos. La mayor parte de ellos viajaron hacia América hacinados en barcos, con contratos de trabajos abusivos, que en los hechos constituían una práctica moderna de esclavitud, los cuales eran vendidos por intermediarios y destinados a labores en las guaneras y en las haciendas agrícolas de la costa peruana, principalmente dedicadas a la explotación de caña de azúcar y algodón, las cuales necesitaban mano de obra barata, debido a que los esclavos negros habían sido liberados después de la independencia del Perú. Las condiciones extremas de trabajo, la mala alimentación, las enfermedades, el hacinamiento y la obligación de sus servicios por 8 años llevaron a la muerte a muchos de ellos. Sin duda alguna es una etapa dolorosa y vergonzosa de nuestra historia que vivieron tales inmigrantes en varios países de América.
Después de la Guerra del Pacífico tuvo lugar una nueva inmigración china, pero de características diferentes a la primera. Por una parte, varios se trasladaron a Tarapacá y otras regiones del norte de Chile atraídos por las oportunidades de un trabajo mejor remunerado por la bonanza económica de entonces, otros buscaban alejarse de las persecuciones contra la comunidad china que tuvieron lugar en Perú, por el apoyo que algunos de sus integrantes dieron a las tropas chilenas de ocupación, en el afán de liberarse de las condiciones de esclavitud a las que estaban sometidos por algunos hacendados y empresarios guaneros.
En las décadas siguientes comienzan a llegar nuevos inmigrantes desde China, por contactos familiares que existían junto a la propaganda impulsada por agencias que difundían oportunidades laborales en las Américas. De igual manera, en forma progresiva, pero siempre escasa, arribaron algunas mujeres chinas que venían comprometidas en matrimonio. En el mismo sentido, algunos chinos que habían logrado éxito en negocios o establecimientos comerciales viajaron a su patria con dicho propósito y regresaron con sus esposas y algunos parientes o amigos, con el fin de que los ayudaran en sus emprendimientos.3
Son varias las causas de dicha inmigración. El estado imperial de China logró mantener su supremacía y unidad política en Asia hasta las primeras décadas del siglo XIX, cuando por causas internas y externas, tras las guerras del opio con Inglaterra, esta potencia colonial, junto con Francia, Rusia, Estados Unidos y Japón, aprovecharon el agotamiento de la última dinastía reinante, para conseguir en la segunda mitad del siglo XIX, mediante su derrota militar, concesiones territoriales y ventajas económicas que la debilitaron aún más.
China entró en un espiral de rebeliones, guerra civil e invasiones que culminaron a comienzos del siglo XX con el viejo orden social y estructuras políticas mantenidas por milenios, que llevaron a la creación de la República de China, gracias al liderazgo de Sun Yat-Sen. Sin embargo, la inestabilidad política y el declive económico continuó, enfrentándose dos visiones del futuro de China que llevaron a nueva guerra civil, agravada por la invasión de Japón y la Segunda Guerra Mundial, concluyendo este proceso con el triunfo de Mao Zedong y la creación de la República Popular China en 1949.
En tal contexto, durante cien años, que algunos autores han denominado el “siglo de la humillación”, millones de chinos se vieron obligados por la pobreza, los conflictos políticos y la guerra a abandonar su tierra natal en búsqueda de mejores oportunidades en otros países. Esta diáspora no solo tuvo como destino América sino todos los continentes y significó una herida profunda para China y el desarraigo para millones de personas que siempre tuvieron la esperanza de regresar a su tierra, objetivo que muy pocos lograron, aunque persistieron en mantener su cultura y tradiciones a través de generaciones, cuestión que en otros pueblos los años fueron borrando, asimilándose totalmente a los países que llegaban, pero que en el caso de las comunidades chinas ha persistido por varias generaciones retroalimentándose con la llegada de nuevos inmigrantes.
Diversos investigadores han estudiado este proceso en Chile y América, entre ellos varios descendientes de inmigrantes y diplomáticos. Obligada mención debemos hacer de estos trabajos pioneros para Chile, como los de Marcell Segall (1968), Olaf Olmos (1988), Mario Zolezzi (1994; 2015), Luis Galdames (2001), Diego Chou (2004), Mario Calles (2014) y Alfonso Díaz, Alberto Díaz y Eugenio Sánchez (2014). Especial atención merecen los autores peruanos, entre los cuales destaca Humberto Rodríguez (2000), por sus diversas publicaciones sobre esta inmigración en su país.
Novelas y películas chinas y americanas han retratado los conflictos, guerras, sufrimiento y heroísmo del pueblo chino, además de su migración y adaptación a diferentes países, describiendo el desarraigo, la discriminación, el esfuerzo, la dedicación al trabajo, las diferencias políticas, la pobreza y/o el éxito de sus actividades laborales. En el contexto de Tarapacá, no obstante, la existencia de documentos y archivos, las fotografías de sus protagonistas y descendientes son poco conocidas, aún cuando existen colecciones familiares y de clubes sociales que las comunidades chinas crearon en las ciudades y localidades en las que se asentaron. Por otro lado, tampoco hay, hasta donde conocemos para el caso chileno, historias de vida o autobiografías de inmigrantes, salvo entrevistas de medios de prensa o de historiadores.
Sobre lo anterior, debemos un especial reconocimiento a la Sra. Nelly Siu Lam de Iquique, cuyos padres nacieron en China a finales del siglo XIX en Cantón, quien está confeccionando un árbol genealógico de toda su familia y ha accedido a entregar su testimonio y su historia de vida. De igual manera a Kung Sang Lay, también de Iquique, cuya familia ha reconstruido su genealogía desde sus orígenes en Cantón, a comienzos del siglo XX, y cuyos descendientes residen actualmente en diferentes países. En esta misma línea, hay que tener presente la tesis para optar al título de profesores de historia de Sebastián Chang (2005), junto a Daniela Marino y José Pizarro, sobre la inmigración china en Tarapacá, uno de cuyos integrantes es descendiente de otra familia de origen chino de Iquique. Tales acciones demuestran dos valores tradicionales de dicha cultura que han perdurado en Chile: la importancia de la familia y el reconocimiento de los ancestros.
Rescatar ese registro de memoria nos motivó a contactar a los descendientes de chinos que llegaron a Tarapacá en distintos períodos. Estos documentos son muy escasos en la segunda mitad del siglo XIX, pero aumentan a comienzos del siglo XX. Al incursionar en estos temas encontramos fotografías, objetos y recuerdos, celosamente conservados por generaciones, que dan cuenta del vínculo con la tierra natal y sus parientes, la búsqueda de esposas en China, matrimonios mixtos, procesos de integración social y económica, el tránsito hacia nuevas identidades, tratando siempre de mantener ciertas tradiciones que hoy son parte de la cultura iquiqueña, como su gastronomía, clubes sociales y la celebración del año nuevo chino.
En el proceso de investigación ha sido vital el apoyo del Consulado General de China a través de su Cónsul General Sr. Chen Ping y de la Vicecónsul Yolanda Zhang, como del Sr. Weigiang Zhang, presidente del Club Social Chung Wha, y del Sr. George Chang, presidente del Club Social y Cultural Cheng Ning Hui. Estas instituciones aún mantienen sus sedes sociales en calle Serrano de Iquique, la primera heredera de la primera agrupación creada a principios del siglo XX y la segunda formada en la década de los 40, para reunir a los hijos de los inmigrantes, atesorando ambas valiosos antecedentes de su historia en Tarapacá, que ojalá algún día puedan constituir la base de un museo sobre la inmigración china en el norte de Chile y ser un centro cultural de conocimiento, difusión, intercambio y vinculación entre nuestros países.
Actualmente, la Universidad de Tarapacá está reuniendo una colección de fotografías de la inmigración china en la región, para formar un archivo que conserve su historia y aporte al desarrollo local. Gracias a la generosidad de tales instituciones y sus descendientes, entre las cuales debemos reconocer en una primera etapa a las familias Lam Chiang, Chang, Font Muñoz, Font Carmona, Lay, Lo, Tello Beltrán, Chia, Siu Lam, Gampuy y Ross-Murray, se cuenta con un registro de alrededor de 400 fotografías de los protagonistas y sus familias, desde sus orígenes en Cantón, lugar de procedencia de la mayoría de los inmigrantes, como también de sus actividades sociales, comerciales, festividades y reuniones de dicha comunidad. Es un registro muy valioso, al cual se complementa con pasaportes, cartas, sellos, diarios y otros objetos que dan cuenta de una historia íntima y de la vida privada de sus protagonistas, que la comunidad tarapaqueña debería conocer.
Estamos convencidos que este esfuerzo colectivo no sólo rescata la historia de una comunidad de migrantes, una más de las que han contribuido a la diversidad de la identidad cultural de Tarapacá, sino una acción que reconoce la tragedia de los primeros inmigrantes chinos, su fortaleza para sobreponerse a la adversidad y los conflictos, los procesos de integración a la sociedad chilena, siendo también un valioso puente de relaciones futuras con la República Popular China y de reencuentro con las familias chinas originarias, cuyos lazos se fueron perdiendo a través de los años.
Han pasado poco más de 200 años en que un solitario junco chino llegó a las costas de Iquique, quizás atraído por las riquezas de plata de Huantajaya, cuyos marinos siguieron la estela centenaria del galeón de Manila, que hacía el recorrido entre Filipinas y México llevando sedas, porcelanas, especias y regresando con plata y otros productos americanos. En tales viajes de finales del siglo XVI llegaron los primeros chinos a nuestro continente, sembrando un vínculo que durante siglos se ha acrecentado.
Los inmigrantes chinos de Tarapacá y otras regiones de Chile, debido a su esfuerzo y solidaridad grupal, lograron mejores posiciones laborales, crearon comercios y muchos de sus hijos fueron profesionales y empresarios exitosos. Hoy son miles sus descendientes, los cuales formaron familias en Chile, siendo Iquique la ciudad que más conserva este vínculo ancestral con China, a quienes se han agregado en las últimas décadas nuevos inmigrantes dedicados al comercio y a las importaciones, dinamizando nuestras mutuas relaciones.
Comprender esta civilización ha sido un desafío permanente para Occidente. Sus grandes logros científicos, técnicos, políticos y filosóficos de la antigüedad tuvieron un gran impacto en el Medio Oriente y Europa a pesar de la distancia que separaba a estas culturas. En la actualidad podemos ver que China, durante un siglo de cambios profundos, ha logrado avanzar en conciliar sus tradiciones ancestrales con los desafíos de la modernidad y gran parte de su población ha vuelto a sentir confianza y orgullo por su país.
Hoy, la nación China, en toda su diversidad milenaria, vuelve a florecer y nos sorprende su dinamismo científico, tecnológico y productivo. Tarapacá y Chile, gracias a los descendientes de dicha inmigración, que siendo chilenos recuerdan con cariño sus orígenes, tienen la oportunidad de fortalecer tales lazos por un beneficio común, en aras de una humanidad más integrada, pero respetuosa de sus diferencias.
En tal contexto Iquique tiene grandes ventajas por su emplazamiento geográfico, la existencia de una zona franca y una creciente inmigración china que se suma a los descendientes de antaño. Sin duda, Chile ha realizado grandes esfuerzos por mantener y acrecentar esta relación, especialmente en torno a las exportaciones mineras y agrícolas.
China y Chile pueden avanzar mucho más en promover un diálogo mutuo e integrador entre ambas riberas del océano que nos separa. Compartir conocimientos, intercambiar estudiantes y profesionales, diversificar nuestro comercio y conocer mejor nuestras propias realidades y desafíos, son tareas primordiales en un futuro cercano cuyo horizonte nos une.
Textos de las fotos
Foto N°1: Sra. Siupek Chiang. Madre del Sr. Fermín Chiang. Llega desde Cantón en 1915.
Foto N°2: Sra. Su Muy, madre del Sr. Manuel Alliu Hung y su hermano. Cantón, a comienzos del siglo XX.
Foto N°3: Matrimonio de los abuelos del Sr. Guillermo Ross-Murray, el Sr. José Lay-Kim Chai Si y la Sra. Rosalba Arnaud Soto. Año 1900 en Iquique.
Foto N°4: Familia del Sr. Manuel Alliu Hung, alrededor de 1910 en Iquique.
Foto N°5: Familia del Sr. Ernesto Chia Tong y Angelina Camus. Iquique, década de 1930.
Foto N°6: El Sr. Manuel Alliú Hung junto a sus hijos Manuel Alliú Lois, Luis Alliú Lois y Simón Alliú Lois en la playa Buque Varado de Iquique. Década de 1910.
Foto N°7: Primer directorio del Centro Asiático Unión Chongyonton. Iquique, 1909.
Foto N°8: Familia del Sr. Julio Font antes de salir de China a principios del siglo XX.
Foto N°9: Familia del abuelo de Kung-San Lay en Cantón, 1907.
Foto N°10: Familia del Sr. Lam Chong. Década de 1940, Iquique.
Foto N°11: Sra. Blanca Font, Siugen Font y el Sr. Julio Font. Década de 1950, Iquique.
Foto N°12: Sra. Silvia
Bibliografía Citada.
Calles, Mario (2014). Hijos del dragón: inmigrantes chinos y su inserción socioeconómica en la provincia de Tarapacá, 1860-1940” Revista de Ciencias Sociales (Cl), núm. 32, 2014, pp. 25-62. Universidad Arturo Prat, Tarapacá, Chile.
Chou, Diego (2004). Chile y China: Inmigración y Relaciones Bilaterales (1845- 1970). DIBAM. Santiago, Chile.
Díaz, Alfonso; Díaz, Alberto y Sánchez, Eugenio (2014). Comercio local y redes sociales de la población china en Arica y Tarapacá, Chile (1900-1930). Revista Interciencia, vol. 39, núm. 7, julio, 2014, pp. 476-482. Caracas, Venezuela.
Galdames, Luis (2001). Chinos en Tarapacá o la cuestión del otro: Dos documentos oficiales inéditos del Archivo de la Intendencia de Tarapacá. Diálogo Andino 20/21: 133-138. UTA, Arica, Chile.
Olmos, Olaf (1988). La explotación del guano y esclavos chinos en las covaderas. Camanchaca 6: 12-17. Iquique, Chile.
Rodríguez, Humberto (2000). Herederos del Dragón: Historia de la Comunidad China en el Perú. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2000.
Segall, Marcell (1968). Esclavitud y tráfico de culíes en Chile. Bol. Univ. Chile 15(75): 52-61. Santiago, Chile.
Zolezzi, Mario (1994). “Los establecimientos guaneros en Tarapacá y el movimiento obrero (1880- 1901)”. En: Revista Camanchaca, Iquique, Chile.
Zolezzi, Mario (2015). Presencia China en Tarapacá Salitrero, 1860 – 1960. Ediciones Campus. UNAP. Iquique, Chile.
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1Arqueólogo titulado en la Universidad de Chile. Doctor en Arquitectura y Patrimonio de la Universidad de Sevilla, España. Ex director del Servicio Nacional del Patrimonio de Chile y representante de Chile ante el Comité de Patrimonio Mundial de Patrimonio de UNESCO.
2Antropóloga Social, Universidad de Chile. Subdirectora del Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer. Especialista en estudios de género y ruralidad.