En la madrugada del sábado 27 de febrero de 2010 la mayor parte de Chile
Central y Sur sufrió un terremoto que superó los 8 grados de intensidad en la escala Richter y que fue seguido de un maremoto que destruyó varias
localidades costeras. A la pérdida de vidas humanas y la devastación de viviendas y de la infraestructura pública y privada, debemos agregar el tremendo daño provocado al patrimonio construido tanto urbano como
rural.Reconstruir el tejido productivo, hospitales, escuelas, vialidad, los poblados y ciudades de las regiones más afectadas llevará mucho tiempo y recursos. Disponer de ideas claras, una organización precisa y medios acordes a tal desafío es una tarea urgente del Estado y toda la sociedad chilena. Muchas familias lo han perdido todo, agregando a la destrucción de sus bienes materiales, la desaparición de objetos de gran valor emocional, de la historia íntima de cada familia y de sus espacios de referencia. Esto dejará sin duda un vacío en la memoria de muchas personas.