La Carta de Venecia (1964) ha sido uno de los textos más inspiradores que han guiado el accionar ético, teórico y técnico de los profesionales del patrimonio en la segunda mitad del siglo XX en su lucha por la debida conservación y restauración del patrimonio. La Segunda Guerra Mundial no solo tuvo consecuencias terribles en vidas humanas, sino también en la destrucción del patrimonio construido de Europa y de las demás partes del globo donde tuvo lugar. Por ello la reunión de Venecia congregó a expertos de todas partes del mundo, especialmente arquitectos, para discutir las normas de cómo se debería enfrentar la tarea de la restauración en una Europa ya recuperada de las secuelas de su última gran guerra. Dicha reunión también motivó otra el año siguiente, en 1965, en Varsovia, Polonia, donde se creó oficialmente ICOMOS (Consejo Internacional de monumentos y Sitios), como una entidad no gubernamental, que reunió a expertos de diversos países preocupados del tema y que a lo largo del tiempo ha creado comités nacionales en casi todo el mundo. Su rol ha sido tan importante que la propia UNESCO, en su Convención del Patrimonio Mundial Natural y Cultural de 1972 la designó como un organismo asesor y evaluador de las propuestas de sitios del patrimonio mundial que dicha entidad de las Naciones Unidas declara cada año.