El territorio de Tarapacá es un tesoro patrimonial por su diversidad natural, cultural e historia de los distintos pueblos que lo han habitado durante milenios. Debido a sus características ambientales el desierto conserva huellas de ese pasado que en otros lugares desaparecen. Sin embargo, tales testimonios que la naturaleza conserva son destruidos por nuestra propia sociedad debido a la ignorancia y ambición que implican nuestras acciones en el entorno. Aprender del pasado es clave para el desarrollo de toda sociedad. La construcción del futuro de cada comunidad es más sólida cuando conserva su memoria, comprende su territorio, sus bondades y fragilidades. Todos tenemos una responsabilidad ética en ello. Es nuestra herencia. Es nuestro legado con sus éxitos y cicatrices.
Los últimos 500 años de Tarapacá han sido intensos en procesos históricos y económicos los cuales cambiaron la forma de vida de comunidades que durante generaciones se adaptaron a características ambientales de extrema aridez y altura. Los primeros pobladores de Tarapacá lograron establecer en el desierto costero comunidades de pescadores de tradición milenaria como los chinchorros. Otros fundaron en los valles y su periferia aldeas agrícolas que organizaron un sistema económico que supo aprovechar e intercambiar los productos de cada piso ecológico, integrándose después a ese universo diverso de estados e imperios que construyeron el mundo andino prehispánico Tiwanaku e Inka.
La conquista hispana cambió drásticamente este proceso milenario e impuso un nuevo orden social y económico en Tarapacá. Los recursos y gentes del territorio sometido fueron explotados para beneficio de pocos y en favor de un sistema mercantilista y sus estructuras de poder. Al comienzo de la conquista el territorio parecía no tener las riquezas de otros lugares salvo su importancia estratégica en las comunicaciones hacia la costa y el sur. Sin embargo, el desierto tenía su tesoro oculto: el mineral de plata de Huantajaya.
Las principales riquezas de la región en la época republicana peruana y chilena fueron el guano y el salitre. Estas dos últimas dejaron huellas profundas en el territorio y la memoria por su cercanía a nuestro tiempo. Sin embargo, durante la Colonia, la explotación de la plata en Huantajaya fue en varios momentos el eje de la economía regional y considerado por los españoles como el Potosí del Pacífico, como muy bien lo ha destacado Hrvoj Ostojic. No obstante, esta historia es desconocida por la mayor parte de los tarapaqueños, aunque ésta ha quedado registrada en viejos manuscritos y todavía subsisten unos cuantos vestigios materiales de dicha actividad minera, que a pesar de su destrucción parcial en superficie siguen presentes en el desierto profundo.
Rescatar Huantajaya del olvido es un gran objetivo que se han propuesto desde hace años varios investigadores como Horacio Larraín y Víctor Bugueño, líderes comunitarios como Patricia Fuentes, Jorge Reyes y Patricia Briones, además de instituciones entre las cuales participan el propio municipio de Alto Hospicio, la Universidad de Tarapacá, la recién creada Corporación para el Desarrollo del Turismo y la Conservación del Patrimonio (CORDETUR) y el propio Gobierno Regional de Tarapacá.
Huantajaya constituye un valioso patrimonio arqueológico, histórico, geológico y paisajístico que debe ser protegido, conservado y reconocido como un atractivo cultural y turístico, el cual debería convertirse además en un recurso identitario importante de Alto Hospicio y de toda la región, ya que la explotación de la plata de Huantajaya dinamizó toda la economía de Tarapacá, integrando en circuitos productivos y de transporte a gran parte de la población de entonces. No debe dejar de sorprendernos que mientras Iquique era una aldea de poco más de un centenar de habitantes, Huantajaya era un poblado minero que llegó a tener entre dos mil y tres mil pobladores y mineros, siendo clave para el desarrollo de San Lorenzo de Tarapacá y Pica, junto a otros lugares de la pampa, donde se elaboraba la plata gracias a los bosques de tamarugos y la existencia de agua.
La explotación del mineral de plata tuvo sus ciclos de bonanzas y agotamiento de las sucesivas vetas, cuyos piques se excavaban y hundían centenares de metros en extensas galerías, donde los mineros trabajaban en condiciones misérrimas, la mayor parte de ellos indígenas, mulatos y mestizos, e incluso migrantes chinos a mediados del siglo XIX. Hemos olvidado esa historia de esfuerzo y penurias de miles de hombres y mujeres la cual debemos revelar hoy, como también reconocer que esa experiencia de exploración, trabajo y adaptación a la vida en el desierto fue clave en el desarrollo inicial de la explotación del salitre, cuestión que hoy está estudiando el historiador regional Sergio González.
Varios investigadores chilenos y extranjeros han rescatado valiosos documentos que testimonian este pasado. La lista es larga: Sergio Villalobos, Jorge Hidalgo, Carlos Donoso, Alberto Díaz, Luis Galdames, Pablo Guerrero, Anil Mukerjee, Colleen Zori, Peter Tropper y María Concepción Gavira entre otros. Sin embargo, queda mucho por descubrir en archivos de Bolivia, Perú y España. No obstante, lo más urgente es proteger Huantajaya y los demás lugares asociados a su historia minera, los cuales están sometidos al deterioro del tiempo y actividades que destruyen su patrimonio, incluso en la actualidad hay serias amenazas.
El antiguo asentamiento minero de plata de Huantajaya, ubicado en la periferia de la actual ciudad de Alto Hospicio, fue explotado desde el período incaico, el cual posiblemente motivó el sacrificio y ofrenda de dos doncellas andinas en la cumbre del cerro Huantaca o Esmeralda, como parte del sistema de creencias y de integración política del Imperio Inca. La riqueza del mineral trascendió a los conquistadores españoles como la legendaria Mina del Sol de Tarapacá, quienes se empeñaron en su búsqueda, cuyo secreto guardaron celosamente por un tiempo la población indígena, hasta que a finales del siglo XVII comenzó a ser explotado por los hacendados de los poblados de Tarapacá y Pica con notable éxito en diferentes momentos, según la riqueza de las vetas que descubrían en los cerros de San Simón y San Agustín de Huantajaya.
El mineral se trasladaba a los lugares de laboreo para su fundición utilizando al comienzo la experiencia indígena y después la tecnología española que incorporó el mercurio o azogue en el proceso de producción de la plata, para posteriormente ser transportada en caravanas hacia Charcas primero y después Arica, donde se registraba oficialmente y se cobraban los impuestos reales para su posterior exportación. Tal sistema era celosamente controlado por las autoridades coloniales, pero a pesar de ello existía evasión y contrabando, siendo Iquique un puerto ideal para ello, donde se lograba eludir la vigilancia por su cercanía al mineral.
La explotación de la plata permitió crear las primeras fortunas de Tarapacá, financió también algunas de las explotaciones salitreras iniciales, expandió la agricultura con nuevos cultivos, el arrieraje necesario para el transporte y estableció diversos oficios, como el de plateros y otros, que se desarrollaron en una serie de lugares dispersos en toda la región, tales como San Lorenzo de Tarapacá, La Huayca, Pica, Matilla, Macaya, Quipisca, La Tirana, que en su momento conformaron la Ruta de la Plata y cuya cabecera era el Mineral de Huantajaya.
Rescatar del olvido esta importante historia de Huantajaya es un gran desafío para Tarapacá y su gente. Es un imperativo aprender de ella, de sus luces y sombras, con su legado de sueños, riquezas y penurias que nutren nuestro desierto. Con tal propósito y uniéndose al trabajo iniciado previamente por investigadores y líderes comunitarios de Alto Hospicio, la Universidad de Tarapacá presentó un proyecto al Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC), que fue aprobado por el Gobierno Regional de Tarapacá recientemente. Tal proyecto estableció tres líneas de acción: reunir y sistematizar la información existente sobre el sitio patrimonial de Huantajaya y la actividad minera argentífera en la región; promover la valorización y resignificación del sitio, sensibilizando la población sobre la importancia de su conservación y puesta en valor; y finalmente incorporarlo creativamente al sector cultural, rescatando el oficio de la platería y promoviendo el turismo de Tarapacá a través de una Ruta de la Plata que nos conecte con Potosí, contribuyendo así al desarrollo integral de la región y traspasando información clave a las comunidades locales.
Tales líneas de acción contemplan la elaboración de un informe patrimonial consolidado de los valores históricos, arqueológicos, geológicos y ambientales de Huantajaya; la propuesta de un plan director del sitio patrimonial; la implementación de un programa piloto de formación de plateros y plateras de Tarapacá y formulación de un plan de negocio para la artesanía en plata; realización de talleres patrimoniales para profesores, estudiantes, guías y operadores turísticos; elaboración de una propuesta que identifique los principales hitos y servicios asociados a la Ruta de la Plata en Tarapacá; y finalmente, la realización de un seminario de investigación y una publicación digital sobre Huantajaya y la plata de Tarapacá.
Sin duda son metas ambiciosas, más aún en el contexto que vive nuestro país y la región con la pandemia y la realidad política, pero no imposibles de realizar si se logra reunir las voluntades necesarias para ello. Tarapacá es una de las regiones e Chile que cuenta con un patrimonio inmenso, diverso y situado en ambientes naturales muy diferentes y extremos. Algunos de ellos
han sido reconocidos como patrimonio de la humanidad, pero hay muchos más de igual importancia que debemos rescatar e integrar para el desarrollo de Tarapacá y su gente.
Tarapacá, Agosto 2020.